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El eje de los flujos migratorios: mercado de trabajo y efecto de llamada

Gorka MORENO MÁRQUEZ, Profesor de Trabajo Social de la Universidad del País Vasco

En estos últimos años, cuando hablamos de flujos migratorios, las palabras inmigración y efecto llamada parecen ir de la mano. En distintos sectores se enfatiza que determinados cambios legislativos, tales como la reforma de la Ley de Extranjería, no hacen sino provocar el efecto llamada y el aumento de emigrantes irregulares. Así, por ejemplo, cuando se llevó a cabo la regularización extraordinaria de emigrantes en 2005, el argumento más utilizado para oponerse a ese proceso fue el del efecto llamada. Sin embargo, con los datos en la mano, podemos observar que el efecto llamada provocado por las leyes es muy limitado. En efecto, el aumento o disminución de los flujos migratorios no depende del aperturismo o de los condicionantes legales, como lo demuestra el hecho de que los continuos endurecimientos legales producidos durante estos últimos años no hayan impedido el progresivo aumento del número de emigrantes llegados tanto al Estado como a la Comunidad Autónoma Vasca. Asimismo, el número de ciudadanos con permiso de residencia es actualmente mayor que nunca.

Otro efecto llamada que se suele mencionar es el provocado por la política y los servicios sociales. En este caso, se argumenta que la llegada de los emigrantes se debe a que disponen aquí de mejores y más amplias prestaciones sociales que en sus lugares de origen. En consecuencia, se llega a cuestionar el propio Estado del Bienestar, argumentando que la llegada masiva de emigrantes amenaza su viabilidad. Pero, también en este caso, las razones que soportan estos argumentos sin sumamente débiles. De hecho, la tendencia que se observa es la contraria: En las comunidades autónomas en las que existe un menor nivel de protección social es donde se da el mayor porcentaje de extranjeros y, por el contrario, en las comunidades que gozan de una mayor protección social, en las que incluso quienes no disponen del permiso de residencia pueden recibir determinadas prestaciones, el porcentaje de población extranjera es sensiblemente menor. Este es el caso de nuestra comunidad. En Euskadi, aun disponiendo de una amplia y garantista cobertura social, el porcentaje de extranjeros era en 2010 del 6,4 %, un porcentaje muy inferior al de otras comunidades, por ejemplo Valencia, donde el porcentaje se sitúa en el 17,4 %.

El verdadero imán que atrae a los emigrantes no es, pues, ni la ley ni las prestaciones sociales. Entonces, ¿qué es lo que verdaderamente provoca el efecto llamada? El verdadero causante del efecto llamada es el mercado de trabajo, en concreto sus características y necesidades. En Valencia, por seguir con el ejemplo anterior, la agricultura, la construcción y el turismo son sectores de gran importancia en cuanto a mano de obra. Por eso existe un porcentaje tan alto de extranjeros; y por eso mismo en Euskadi ese porcentaje es muy inferior: porque la importancia de esos sectores laborales aquí es bastante menor. La agricultura, por ejemplo, aunque simbólicamente sea importante, económicamente no tiene el mismo peso que otros sectores. Y otro tanto se puede decir con respecto a la construcción y al turismo.

A nivel estatal, el fuerte y constante desarrollo económico que se ha dado durante los últimos años se ha basado en sectores de baja cualificación y trabajo intensivo, que son los principales nichos de empleo para los emigrantes. Esta realidad y no otra es la que ha permitido que España haya sido el segundo país que más emigrantes ha recibido en el período que media entre los años 2006 y 2008, por detrás de los Estados Unidos, y el primero en términos relativos.

La fuerza de ese efecto llamada queda patente si nos fijamos en variables como la edad. Así, la mayoría de la población emigrante que ha llegado a España se compone de personas en edad de trabajar, esto es, entre 16 y 64 años. El 79,2% de la población se encuentra dentro de esa franja de edad que, entre los autóctonos, es sólo del 65,9%. Y en las comunidades que durante los últimos 5 ó 6 años han recibido emigrantes, la diferencia de edad entre los naturales y los extranjeros es aun mayor. En Euskadi, por ejemplo, el porcentaje de población extranjera con edad entre 16 y 64 años es del 83,2%.

También es muy notable la diferencia en cuanto al porcentaje de población mayor de 65 años. Así, el porcentaje de naturales pertenecientes a esa franja de edad es del 18,5% y el de extranjeros del 5,4%. Este último valor es aún menor en nuestra comunidad: 1,8%. Todos estos datos demuestran claramente que la población extranjera, más joven que la autóctona, viene aquí a trabajar. En el Estado, más de seis de cada diez extranjeros tiene entre 16 y 44 años. Como puede suponerse, todas estas cifras tienen un efecto importante en las políticas relacionadas con la Seguridad Social —mayor tasa de cotización y menos pensiones entre los extranjeros— así como en el gasto realizado en distintas políticas sociales. Así, en el ámbito de la dependencia, la cantidad de dinero destinado a la población extranjera es sustancialmente menor que la dirigida a la población autóctona.

Este hecho puede contrastarse fácilmente mediante los datos ofrecidos por la Encuesta de la Población Activa. Si nos atenemos a las cifras absolutas, como es lógico, la población activa local es más numerosa que la extranjera: 19.332.200 en el primer caso y 3.674.700 en el segundo. Sin embargo, si observamos la tasa de actividad, comprobaremos que mientras la local es del 53,37%, la correspondiente a la población extranjera llega al 77,28%, esto es, 24 puntos porcentuales por encima. Dicho de otra manera: la población extranjera trabaja más que la autóctona. Aunque estemos en época de crisis y el paro tenga un gran impacto, los extranjeros tienen una tasa de ocupación mayor, concretamente siete puntos superior a la local.

En este sentido, de la misma manera que hablamos de un efecto llamada podríamos también hablar de un efecto necesidad, es decir, de las necesidades del mercado de trabajo. Estas necesidades del mercado de trabajo, en el caso de la población extranjera, se concentran en la agricultura, la construcción, el turismo y la hostelería, así como en el sector de los cuidados personales. Como ya hemos apuntado, es el mercado de trabajo el que delimita el número de emigrantes. Pero no sólo su número, sino que también condiciona sus características y su distribución. En definitiva, el mercado de trabajo funciona como una especie de selección natural de los flujos de inmigrantes.

A modo de norma general, se podrían formular los siguientes criterios: En aquellas comunidades y provincias en las que la agricultura y/o la construcción son importantes, el porcentaje de inmigrantes varones procedentes del Magreb o de África es superior. En el extremo opuesto sen encontrarían las comunidades en las que estos sectores no son tan importantes, en las cuales el principal nicho de empleo para los emigrantes se encuentra en el sector de cuidados personales. En este último caso, el porcentaje de mujeres latinoamericanas es muy superior al de las comunidades anteriormente mencionadas. Por poner varios ejemplos concretos, en el primer caso se encontrarían comunidades como La Rioja o Murcia y provincias como Almería; en el segundo caso, en cambio, tendríamos a Madrid, Asturias o Bizkaia. Relacionado con esto, en el Estado se producen dos tendencias principales en cuanto a los flujos inmigratorios: En la costa mediterránea y en Madrid, el porcentaje de extranjeros es elevado y se sitúa por encima de la media estatal —12,2%—; en la vertiente cantábrica y en el interior de la península, en cambio, el porcentaje es menor.

Por lo tanto, frente a los prejuicios que consideran que los flujos de inmigración se desarrollan de una manera desordenada y caótica, todos estos datos nos indican lo contrario. Estos flujos no se producen de forma aleatoria, sino que se concretan de una manera organizada, controlada y en función de las necesidades laborales de una zona determinada. Se podría mencionar un dato más que corrobora esta afirmación: El 75% de los extranjeros que ha llegado a Euskadi ha venido directamente del extranjero y, de ellos, el 80% directamente de sus lugares de origen, en un solo viaje.

Este último dato demuestra claramente que el origen del fenómeno migratorio no se basa en estrategias de tipo prueba-error, según la cual se prueban distintas oportunidades y lugares hasta encontrar el más adecuado. Muy al contrario, en la inmensa mayoría de los casos, el emigrante tiene claro desde el principio —incluso antes de salir— dónde va a ir y en qué va a trabajar. En este sentido, lo que se produce en origen no es un contrato de trabajo, tal y como exige la ley, sino que, en la mayoría de los casos, se trata de una especie de puesto de trabajo apalabrado.

El modelo descrito hasta ahora es el más extendido durante estos últimos años, sobre todo desde la década de los 90 hasta el año 2008. Sin embargo, la crisis económica que se ha extendido en la actualidad provoca numerosas dudas e interrogantes en torno a esta cuestión. La oferta de trabajo que se daba en la construcción y en el turismo se ha reducido drásticamente, lo cual ha afectado extraordinariamente al colectivo de emigrantes, entre los cuales el aumento del desempleo ha sido enorme. Parece que todo esto ha provocado una ralentización de los flujos migratorios, sobre todo en estos últimos años. La evolución de la situación actual y el rumbo que tome la economía condicionarán absolutamente los flujos migratorios de los próximos años. Asimismo, está por ver si estamos asistiendo al final de la era de la inmigración o si nos encontramos simplemente ante un parón corto y coyuntural, provocado por la crisis.

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